Nunca supimos cómo, pero un día sus voces invadieron el blog. Intentamos sacarlas con todo: Delete, atrás, prt scn y el borrador de paint, echamos lavandina en la pantalla, Ctrl-Alt-Del, control X, y hasta llegamos a borrar el blog para descubrir al día siguiente que los ocupas habían logrado abrirlo de nuevo.

Con el tiempo, y tras sacrificios al dios del internet entre varias infrutiles estrategias más, nos dimos cuenta que no se irían. Decidimos entonces darles este espacio para que expresen sus rarezas… ¿Quién sabe? Tal vez así se cansen y se vayan.

octubre 04, 2013

Leerte Me Puso Feliz

Leerte me puso feliz
Amadeo, amigo fiel
Me encuentro dulce como miel
Poeta, sólo por desliz.

Leerte me trajo vida
Primavera, ya con calor
Fotosíntesis con fulgor
Luz, que te creí perdida.

Me quejé del egoísmo
Paz, que traés en cantidad
Ahora tengo claridad
Hombres, no todos lo mismo.

Me despido sonriente
Amadeo, con altura
Que soy hierba de la pura
Yuyito, siempre presente.

septiembre 16, 2013

Letra para mis pobres acordes

¡Cómo me cuesta escribir! Que difícil se me hace expresar mis sentimientos a todo el mundo, ni hablar de  hacerlo en forma de canción. ¿Cómo será que hacía el gran Ricardo para sacar infinidad de discos y nunca dejar de lado la poesía y la belleza de sus canciones? Sin dudas, un groso! Sería muy soberbio de mi parte intentar seguir sus pasos.

Me acuerdo también del día en que se me ocurrió jugármela por el rock. Buscaba algo nuevo, algo innovador. Pero las ambiciones se fugaron cuando escuche “Ciudad mágica” de Tan Biónica. Eso sí que era rock progresivo, y del bueno. ¿Cómo superar eso? Mejor me dedico a otra cosa, es difícil competir con aquellos genios del siglo XXI, se las sabían todas.

Hablando de ciudad mágica, cada día más aburrida esta Buenos Aires. Es tan difícil inspirarse para componer cuando todo es tan perfecto y no hay errores. “Prohibido equivocarse”: bienvenido a la ciudad de los perfectos. Hasta Messi se hubiera sentido subnormal en esta ciudad.

Ese debe ser el problema, claro! Los tipos estos de Tan Biónica, Agapornis y todos los artistas de culto hoy en día, vivieron una ciudad que era un esperpento. A cada minuto se topaban con una injusticia, con algo novedoso, inspirador, cosas extraordinarias de las cuales emergían las canciones casi sin darse cuenta.
Que ganas de vivir esa época: Fiesta y cambalache, caos e inseguridad, pasión y violencia, y sobre todo las cosas, libertad.

Hoy somos robotitos del sistema. Tengo entendido que en los comienzos del siglo de la manzana y las redes sociales, ya había unos cuantos que se sentían aprisionados de la rutina, pero eran muchos los que aún se rebelaban.

Hoy no. Si alguno osa con cambiar algo de lo establecido, es despojado de todo de inmediato. Hoy somos más robots que nunca.

¡Wow! Creo que está saliendo una idea, se viene un nuevo tema?


¡¡Arjona inspirame!!!

septiembre 03, 2013

Entre Pompas y Pan

           Cuando voy a comprar el pan suelo pensar en las burbujas de mi bañera y el vapor que corre por la pared como goteras durante una tormenta. No lo puedo justificar diciendo que voy a comprar el pan tras ducharme ni tampoco que lo compro únicamente los días de lluvia. Suelo ir a comprar el pan a primera hora de la mañana. No hay nada como llegar a mi departamento en la calle Güemes, prepararme un te verde y disfrutar como se desintegra la manteca en mi boca por el calor que irradia la esponjosa materia.

            Luego de tal suculento desayuno decido madrugar. Siempre recuerdo al amigo del primo de mi tío abuelo, Esteban, que con su decrepita voz, propia de aquellos quienes tienen un pie más allá de lo mundano y otro aún enredado en él, repetía “al que madruga, dios lo ayuda”. No sé cuan certero habrá sido su reiterado consejo, nunca vi que dios me empujara el brazo para ganar más distancia mientras reparto periódicos ni que me afinara la guitarra cuando zarandeo sus cuerdas por la tarde en Santa Fe y Callao. Igualmente madrugo tras comer mi pan con manteca. Porque si reflexionamos en que antes de bañarme mis ojos no se abren más que un ochenta por ciento por las lagañas que toman residencia permanente en ellos por la noche, o que mi cerebro solo se disipa del estupor somnoliento que lo invade con una fuerte dosis de agua, no es hasta después de desayunar que madrugo.

            Igualmente las burbujas del primer baño del día no se comparan con las de la noche. Después de un largo día de acordes y rechinantes frenadas de autos, usualmente de la mano de alarmantes bocinas, agradezco encoger mi cutis bajo el detergente de las pompas de jabón. Es que nunca voy a entender como la bocina y los neumáticos quemados pueden mantener una relación. Quizá por eso me encuentro en un estado de permanente soltería. Debería ser más chillón, tal vez así la panadera me deje comer manteca derretida con el pan recién salido del horno de su cocina. Siempre quise entrar a su cocina, el inmaculado santuario de los glotones, el útero de las maravillas hechas de masa. ¿Qué más puedo decir? Me gusta tanto el pan como las burbujas. Y aquel, aún más.

Coca.



agosto 29, 2013

Zbigniew, ¿En qué consiste tu día?

¿Qué te cuente un día de mi vida? Vos debés estar en alguna onda medio rara, ¡Qué sé yo! Para empezar, mis jornadas no duran ni siquiera todas lo mismo. Desde clavarme a pleno un 72 horas non-stop, hasta un domingo resacozo en el que no colecciono ni siete horas despierto entre intervalos, no puedo definir que yo tenga un “prototipo de día de mi vida”.
Si querés te cuento uno, así al voleo. Como el día que salí a buscar laburo y lo encontré, pero sin goce de sueldo. O el día que gané un concurso, pero al jurado le dio fiaca leer mi nombre asique se lo dio a una sociedad benéfica a nombre de nosequé. Bueno, por lo menos gracias a mí alguien ligó para bien, ¿no? Aunque si te aclaro que el concurso era por una suscripción anual para la revista de aficionados de trenes de modelo, te vas a poner a analizar sobre el concepto de qué es ligar para bien…. Dejémoslo ahí. ¡Ganaron y son felices!
¿Sabés qué? Te voy a contar de ayer. Como te imaginarás, soy de esa gente a la cual “no le suena el despertador”. Sí, tengo la firme creencia que existe un sindicato de relojes despertadores en la que deciden a qué gente no le van a hacer sonar la alarma, y a qué gente le van a aplicar el primer bip para que sea necesario despertarla. Y te digo por qué lo sé: el sábado pasado (de cuya noche previa hubo alguna que otra copita de más) a ellos les tocó hacer la reunión en mi cuarto; a la mañana siguiente bajo el pretexto de que “me olvidé de sacar la alarma” sonaron cuantos sonidos puedan existir para despertar a alguien a las 7:30am, pero cuando me levanté para molerlos a patadas a todos, ya la reunión había terminado.
Bueno, retomando. Al mediodía, para cuando me desperté y me levanté, ya había perdido las dos reuniones de trabajo que tenía agendadas a la mañana. Para la tarde no tenía ninguna, con lo cual mi desayulmuerzo fue bastante tranquilo, pausado, reflexivo. Incluso pensé en irme a probar a Platense (¡hace cuánto quiero volver al Nacional B!), pero después me acordé que además de viejo (28 no vienen solos), soy de madera.
A la tarde me tiré a dormir una siesta, porque el cansancio de haber dormido de más era tremendo. Pero el vecino de arriba tenía la música al mango, asique fui a tocarle timbre para que la bajara. No lo había visto nunca, pero me quedé hablando un rato con él y la verdad que me pareció macanudo el Carlitos… aunque casi me hace saltar por el balcón de la depresión con la que vive el chabón, pero bueno: siempre se puede estar peor. Salvo por él; él no puede estar peor.
Y así fue pasando mi día. Mis amigos laburaban, mi novia estaba ocupada (con otro tipo, porque cortamos hace ocho años, tres meses y quince días), y mi familia sigue en su pueblo.

Ahora que pienso, elegí el peor día de mi vida para contarte sobre mí. Aunque no lo creas, mi vida es bastante copada. Pero no ayer. Igual creo que está bueno, porque para vos que me estás leyendo, el que veas que tuve #unodeesosdias totalmente al pedo, te hace sentir bien de que vos también los tenés. Y por lo tanto vos y yo somos normales. Ah, y para terminar: sabés que te encantó el #, seguro que lo vas a usar. La gente me dice que es muy de mina el que puse, pero la verdad que no entiendo por qué. 

agosto 23, 2013

La voluntad de ser feliz

            ¿Cómo no levantarme con una sonrisa todos los días si con solo salir a la calle el fresco aroma de los suburbios me refresca la piel y eriza la mente? Ya sea una radiante mañana de primavera donde el sol refleja los variados colores de la alegría, o un sombrío anochecer de invierno tras la transluciente llovizna que cristaliza las ramas de los desnudos árboles, siempre encuentro un motivo para sonreír.
            La tristeza no existe. Podríamos argumentar que es la ausencia de felicidad. Algunos más reacios lo discutirían sin siquiera pestañar, jalando de sus amargados pasados los negros razonamientos que entristecen las calles de la ciudad. Pero mi experiencia demuestra la veracidad de mi afirmación. Es voluntad lo que me hace ser feliz: levantarme con el pie correcto y apoyar el peso de mi existencia sobre él no irradia emoción cual regador de jardín. Por lo contrario, creerme feliz sí logra que lo sea.
             Es el simple poder de una flor. A veces me encuentro paseando sin rumbo cuando su belleza escondida golpea mis sentidos. Entonces me agacho y siento su dulce aroma acariciando mi nariz. Mis ojos se inundan con el fresco estupor de su suave imagen. Y es ese momento en el cual la recojo con delicadeza cuando comprendo lo que implica ser feliz.
            Sin poder borrar la sonrisa de mis brillantes ojos recorro emocionado las calles de la turbulenta ciudad. Nunca dejará de sorprenderme cuan alborotada es, tan estrepitosa como la falta de calma en el océano del oeste. Pero entre sus aguas mi mirada busca un depósito de esperanza. Y hasta divisarlo mi cuerpo no objeta ante esta ajetreada tarea. Finalmente lo veo; aquel ser humano cuya vida lo aplasta y no le permite ver los colores que hay en ella.

            Con resolución me dirijo a él. ¿Cómo puede ser que sintiendo el aroma del fresco aire de la calle no sea feliz? Por ello todos los días lo detengo y sonriéndole le entrego mi flor. Perplejo, el individuo me mira con la desconfianza propia de un corazón en llamas, enceguecido por la bajeza que considera que es el mundo. De ser mujer, los ojos le tiemblan con temor. Y al ser hombre, con desentendimiento. Pero esta última reacción la dejo tras de mí, pues mi tarea se cumple en el momento en que la perplejidad de la situación deja lugar al encanto y apreciación de la flor. ¿Cómo no ser feliz ante tan sublime objeto? 

agosto 18, 2013

La rutina de ser un pasto

Arranco el día unas horas antes de que salga el sol. Las gotas de rocío del crepúsculo son las encargadas de despertarme, refrescando mi rostro. Poco después llega la fresca matinal, aquel viento suave y amigo que tiene por misión despabilarme y moverme a la acción. El corolario de este maravilloso comienzo del día que tengo todos los días, es obviamente el sol: ese centro de fuego y amor que broncea mi piel y alimenta mi sueño de cambiar el mundo.
¿Qué lástima ser un pasto no?
El rocío no encuentra ningún rostro en mí para refrescar, y en cambio se dedica a empaparme por completo. Imaginen despertar cada mañana siendo arrojados a una pileta… bueno si, exagere! Mala mía.
Pero te decía que era una lástima ser un pasto. O si no pregúntaselo al viento que cada mañana se propone moverme a la acción, y sin embargo no logra arrancarme de mi estatismo natal.
El sol encima gasta sus rayos derrochando su capacidad de bronceado, en una cosa verde como yo, que jamás pero jamás se planteó cambiar el mundo.
Decime una cosa humano… Sí, vos que me pasas por arriba cada día, ¿te pareció hermoso todo lo que describí sobre mis mañanas, no? ¿O acaso vivís encerrado en esas cuatro paredes de cielo bajo y gris, y todas las mañanas te perdés el espectáculo?
Preferís lavarte la cara con agua de la canilla y escuchar una horrible alarma en lugar de ser despertado por las gotas de rocío en tu cara, ¿no es cierto? Siempre te perdés la brisa matinal por quedarte escuchando noticias en la radio o porque prendes la tele, y contás con los dedos de una mano los amaneceres que viste en tu vida. Total, que carajo te importa alimentar el sueño de cambiar el mundo y broncear tu piel, si vivís refugiado en vos y tu egoísmo.
No te puedo explicar lo que daría por ser espectador de esta obra de arte que cada mañana sufro en carne propia, y así poder ver el reflejo del sol en mi verde piel, con ese olorcito que largo cuando estoy recién bañado por el rocío.
Te cuento algo más porque seguro que nunca pensaste en lo que sufrimos los pastos y todas las plantas compañeras del jardín cuando llueve un día entero. ¿Alguna vez estuviste bajo una ducha 24 horas seguidas? Es un parto! Aunque no sepa bien que significa esa palabra, suena a que es algo doloroso y eso es precisamente lo que sufro yo: dolor.

Igual no quiero andarme quejando de más porque realmente agradezco vivir acá en buenos aires. ¿Te conté de mi primo? Ese que me lo arrancaron de mi lado para replantar su vida? ¿Sabes dónde está ahora? Al pobre lo enterraron en una granja experimental en el amazonas, donde hace de alimento para unas vacas que parece ser que se la pasan comiendo. Me contó también que ahí llueve que da calambre, que es un clima tan extraordinario que cada pasto crece 10 cm en un solo día. La primera vez que experimento ese milagro sintió que la gloría merodeaba por su vida y tuvo un atisbo de felicidad. Pero después entendió, y hoy su existencia es una condena: lo dejan crecer un día, al otro día es mordisqueado salvajemente hasta la raíz y al tercer día se repite el ciclo.

Así está hace ya 3 meses. Sufrimiento nao tem fin.

agosto 13, 2013

Junto al andén

En la vida uno hace cosas que no entiende bien por qué. En mi caso, escribir un monólogo. ¿Para
qué escribo, si no tengo a nadie a quien le importe leerlo? Si lo escribo para leerlo en un futuro,
sólo me va a ayudar a profundizar mi depresión, porque van a pasar años y voy a seguir mal, así
como ya pasaron años y sigo estando mal. Nada de lo que escriba me es nuevo, todas las ideas
pasan todos los días por mi cabeza; ya me las sé de memoria. Sé que en nada me ayuda, pero lo
escribo igual.

Sé que estoy sólo. Me refugié en internet mucho tiempo, tal vez esa gente abstracta de otras
realidades que no hablan ni mi idioma me harían sentir compañía. No me asombra, pero a pesar
de todos ellos ser tan solitarios como yo, optaron por seguir siendo solitarios a ser acompañados
por mí. Todos. Uno en cada continente pude contar. ¿Qué puedo decir? El problema no son ellos,
soy yo.

Abandoné la computadora, prendí la televisión. Publicidades de gente que se divierte, series de
gente con amigos, deportes de gente que juega en equipo. ¿Por qué eso no es para mí? En todas
ellas cuando alguien llora implica que algo debe solucionarse, en todas ellas cuando alguien ríe es
sinónimo de que las cosas son como deberían ser. ¿Cuándo fue la última vez que reí? Pienso hacia
atrás pero me duele no recordarlo, y en la ausencia de esa memoria, lloro. Mi vida va a
contramano de lo que en la televisión me venden como una “vida normal”.

Basta de realidades abstractas. Claramente, ellas no me ayudan. Salí a la calle a buscar gente de
verdad, tal vez el kioskero, la señora del colectivo, alguien. Pero con el kioskero no tuve más
argumento para conversar que el precio de las Don Satur, y en casos de tiempos locos, el clima. Y la
señora del colectivo no me iba a responder a miedo que sea un ladrón o un pervertido cualquiera.
Veo la gente, ellos me ven, pero no tenemos nada de qué hablar. No tenemos nada en común. Y
claro está, si es que para tener algo en común hay que empezar por tener algo: mi realidad es que
no tengo nada, no soy nada.

A veces escucho el tren pasar. Su sonido siempre me dio esperanzas. Siempre vi bajo esas vías la
escapatoria a mi vida de porquería; un impacto que me lleve a otra realidad, cualquiera fuera esa
realidad sería sin duda mejor que mi miserable situación actual. Más de una vez me acerqué al
andén y escuché esa música arrimarse a mí, estar tan cerca… Pero nunca tuve el coraje. El tren
llegó, la gente se bajó y se subió con normalidad, y la vida siguió su rumbo, indiferente a los
pesares del alma que estaban ninguneando al lado suyo. Y el tren se fue, mi esperanza se fue, la
gente que se subió se fue, y la gente que se bajó se fue. Y yo me quedé.

agosto 08, 2013

¿Dónde queda el éxito? (Parte II)

El Coca

Ayer pensé en las tortugas. Mientras tomaba mi café espontáneo, sin azúcar ni leche, pensé en las
tortugas. Me acordé de la fábula que solía contar mi abuela; hablaba de una liebre y una tortuga y
de la perseverancia por sobre todo. Pero principalmente pensé en las tortugas. Me acuerdo de
terminar el café y darme cuenta de la fugacidad de la bebida. ¿Quizá la vida también sea corta? Me
imaginé que a veces las tortugas se dan vuelta. ¡Qué destino el suyo! Se dan vuelta y no vuelven a
levantarse. Amargado, retuve como consuelo la imagen de sus relucientes caparazones. Y así caí en
cuenta de que somos tortugas, todos lo somos. Por lo que sonriendo nuevamente deseché el café.
Conseguiría una bebida refrescante, verde de ser posible. Siempre creí al café sobrevaluado.

Carlitos

¿El qué? ¿Me estas cargando no? Diez mil veces te dije que eso es mentira. Si aún no te lo pude
hacer entender queda demostrado que ni siquiera se puede tener éxito en una discusión.
En ningún aspecto de la vida se puede encontrar éxito, ok? Eso lo inventaron para que algunos
ignorantes vivan su vida desconociendo lo que pasa detrás del escenario. ¿O vos crees que eso de
la guita y la fama es real? Son personas tristes, es pura fachada.
Igual se les empezó a caer la careta y la gente ahora busca el reflejo del éxito en personas alegres y solidarias. MITO!! No existen esas personas, están podridas por dentro y sonríen para afuera. Todos tienen vidas de mierda y no lo quieren aceptar.
Mirenme a mí en cambio: sé que soy una mierda y por eso estoy bien. Juego a la ruleta rusa cada día, pero estoy bien eh! Ni suerte con eso tengo.

La Intrépida

Ven, compañero, ven que yo también lo ando buscando. Dejé el frío lapón allá en Rovaniemi, y así
me hallo surcando las terribles aguas del Mar del Norte. Prusia y su cultura germánica, me
comentan, allá con sus revolucionarios pensamientos. ¿Qué una persona se hace valer sólo por lo
que piensa? ¿Qué su aporte a la sociedad, es simplemente una idea? Quiero ver a ese tal Marx, a
ese tal Nietzsche, quiero ver a quien sea sembrador de ideales. Allá en el norte sólo de rumores
me han llegado, pero más bien como algo carente de sentido. Ven, compañero, ven; porque me he
convencido que el éxito está en el saber pensar y en el conocer.

Según Dios (nuestro Narrador)

Éxito. ¿Cómo un dios logra ser exitoso? La limitada mente humana considerará que llega a serlo al
generar creyentes. Pero el hombre siempre fue duro de entendimiento. Yo soy exitoso, sí. Pero no
lo soy por el número existente de creyentes. ¿Quién limitaría su éxito a un número de
sobrevaluados y obsesivos seguidores? Con sus disidencias e indecisiones le causan dolores de
cabeza hasta al más insignificante ser.
Otras mentes más rebuscadas pueden considerar que mi éxito recae en lograr el equilibrio en mi creación. Quizá tienen una mirada pseudo-masoquista de su dios. ¿Qué ser coherente desea el equilibrio y le da vida a creaciones que tienden hacia la inestabilidad? La tortura nunca fue mi elección de eternidad, no. Y podría aclarar que tampoco lo fue el autoconocimiento, como a una serie de insensatos se le ocurrió pensar. Creo conocerme bien, gracias.
Sí podríamos discernir que soy exitoso porque aunque no consigo que crean en mí, aún así todo pueblo que pasó por la tierra tuvo la necesidad imperante de cuestionarse mi existencia. Soy exitoso porque genero en el hombre cuestionamientos tan fuertes que logran achicharrar su existencia lo suficiente para nunca más ser olvidado por ellos. Impongo tradiciones y estilos de vida. Hay cientos de libros editados tras mis variados nombres. También me considero exitoso al ver que me plasman de mil maneras distintas; he sido dios sol para cientos de culturas, he tomado la forma de variados dioses a la vez para otras, he sido dios trino y reencarnado y también me encuentran en variados objetos de la naturaleza. Todo ello me hace pensar que el hombre nunca comprendió que soy irrepresentable, amorfo, eterno.
Entonces, ¿dónde está el éxito? ¿Aún no lo han entendido? El éxito no tiene paradero ni será algo concreto alguna vez. Pero quizá este concepto sea algo más que la paupérrima mente humana no pueda discernir.

agosto 04, 2013

¿Dónde queda el éxito?

Yuyito

Vos lo preguntás para forrearme, ¿no? Te voy a decir dónde no queda el éxito. Acá abajo no queda.
Tengo miles de años ya; creeme, yo las ví todas. Nunca una a favor. Cada vez que crecí vino alguien
y me cortó la cabeza y a trepar desde abajo de nuevo. Yo desde acá ví chicos nacer, convertirse en
adultos millonarios, y terminar en un cajón. También los ví nacer, y morir en la miseria. Todos el
mismo principio, todos el mismo fin. Contame del éxito, a ver si te lo creo. Y siempre algo en
común: siempre se cagaron en mí; todos me pisotearon. ¿Qué? ¿Te hace gracia? Dale, ¡riámonos
de Yuyito! Después de todo, ¡él es un pasto!

Zbigniew Knivocapich

Ja! El éxito está en todos lados, papu! Hasta lo podes encontrar en google.
Fijate sino en mis viejos. Mapuches que fueron despojados por los españoles de sus tierras y su
cultura, siglos después tienen la posibilidad de revancha. ¿Que qué revancha? Pero si esta re claro!
No te dije como me llamo?
Para mis viejos el éxito fue decirle a los españoles: “Metanse sus nombres fáciles de pronunciar en
donde se les antoje, pero nosotros a nuestro hijo le ponemos nombre polaco y apellido croata”.
Como te dije, el éxito es fácil de encontrar, todos pueden hacerlo. Sé un poco resentido y vas a
cagarte de felicidad.

Patrick J.

El éxito lo busca uno, el éxito no tiene una dirección exacta. Uno puede vivir en un piso doscientos
quince en la Avenida Lionel A. Messi, la más lujosa que hay en Buenos Aires, y no ser
exitoso. Uno puede tomarse el transfibrador y recorrer el mundo, pero tal vez no halle el éxito.
Para llegar al éxito hay que seguir el camino que la felicidad nos vaya guiando. Ésta búsqueda del
éxito ligada con la felicidad surge desde la esencia del hombre; y es recurrente en la música clásica
un sentimiento de vacío cuando ésta falta, citando como ejemplo a Agapornis: “El tiempo que pasó
y no supe ver / las horas que ya no quieren volver / ¿dónde están, dónde están, corazón?”.

Casandra (Cassy)

El éxito es la eunonia más digna del ser humano capaz de razonar. Es la excelsa aberración de lo
mundano. Es liberar del aherrojo al sublimado intelecto humano, débil y falto de disciplina. El
hombre exitoso ajumó de reconocimiento su alma carente de el. Aquel victorioso se congració con
el insólito triunfo de vencer la naturaleza humana. Él fue digno de atribuirse y regocijarse en el
haber vencido el destino común humano de perecer en el anonimato de la turbulenta oscuridad.
Tenebrosa es la realidad de la ignorancia humana. Nuestros descendientes descartan el consuelo
de los libros y la euforia de las letras. John Doe aspira a la carnalidad, y opta por vestiglos y
babiecas como las Barbies modernas. Insólitos son aquellos ojos que no se han enfangado con una
apreciante deseosa mirada de la simpleza irritante del plástico cuasi traslúcido de su incandescente
piel. Afortunados y pocos son quienes se han atemorizado de su futuro vertiginosamente inmóvil. 
Las figuras del siglo veinte son indignas del aprecio intelectual y son irrespetuosas de la tendencia
grandilocuente necesaria para el aprendizaje. Exitoso es el hombre que asegure como lo hizo con
asaz fuerza Sócrates, a que sin embargo no sabe nada. Aunque he de admitir que tal idea congoja
mi cariacontecida alma y me infunde un jauto sentimiento de desesperanza.

Amadeo

“Nace una flor, todos los días sale el sol” cantaba Charly. No existe mayor éxito que ese. Con la
naturaleza es imposible competir.
La semana pasada murió mi mujer. Compartimos la vida por más de 30 años y supuestamente yo
debía estar triste ese día. Imposible. ¿Cómo estarlo si hacía una lluvia deliciosa? Ingrid odiaba la 
lluvia y debía estar feliz de perdérsela.
¿Qué decirte sobre esa lluvia? Hacía una semana que llovía y yo podía apreciar cómo iba 
perfeccionándose en su técnica. Cada día era distinta: modificaba sus ángulos de caída, 
la velocidad, el grosor de las gotas.
¡Ahí está el éxito! Lo triste es que la gente no lo suele ver: cuando llueve, todos se enojan y no se
mojan, ¿qué gracia tiene?