Nunca supimos cómo, pero un día sus voces invadieron el blog. Intentamos sacarlas con todo: Delete, atrás, prt scn y el borrador de paint, echamos lavandina en la pantalla, Ctrl-Alt-Del, control X, y hasta llegamos a borrar el blog para descubrir al día siguiente que los ocupas habían logrado abrirlo de nuevo.
Con el tiempo, y tras sacrificios al dios del internet entre varias infrutiles estrategias más, nos dimos cuenta que no se irían. Decidimos entonces darles este espacio para que expresen sus rarezas… ¿Quién sabe? Tal vez así se cansen y se vayan.
septiembre 03, 2013
Entre Pompas y Pan
Cuando voy a comprar
el pan suelo pensar en las burbujas de mi bañera y el vapor que corre por la
pared como goteras durante una tormenta. No lo puedo justificar diciendo que voy a
comprar el pan tras ducharme ni tampoco que lo compro únicamente los días de
lluvia. Suelo ir a comprar el pan a primera hora de la mañana. No hay nada como
llegar a mi departamento en la calle Güemes, prepararme un te verde y disfrutar
como se desintegra la manteca en mi boca por el calor que irradia la esponjosa materia.
Luego de tal suculento desayuno
decido madrugar. Siempre recuerdo al amigo del primo de mi tío abuelo, Esteban,
que con su decrepita voz, propia de aquellos quienes tienen un pie más allá de
lo mundano y otro aún enredado en él, repetía “al que madruga, dios lo ayuda”.
No sé cuan certero habrá sido su reiterado consejo, nunca vi que dios me empujara el brazo para ganar más distancia mientras reparto periódicos ni que me afinara la guitarra
cuando zarandeo sus cuerdas por la tarde en Santa Fe y Callao. Igualmente
madrugo tras comer mi pan con manteca. Porque si reflexionamos en que antes de
bañarme mis ojos no se abren más que un ochenta por ciento por las lagañas que
toman residencia permanente en ellos por la noche, o que mi cerebro solo se
disipa del estupor somnoliento que lo invade con una fuerte dosis de agua, no
es hasta después de desayunar que madrugo.
Igualmente las burbujas del primer
baño del día no se comparan con las de la noche. Después de un largo día de
acordes y rechinantes frenadas de autos, usualmente de la mano de alarmantes
bocinas, agradezco encoger mi cutis bajo el detergente de las pompas de jabón.
Es que nunca voy a entender como la bocina y los neumáticos quemados pueden
mantener una relación. Quizá por eso me encuentro en un estado de permanente
soltería. Debería ser más chillón, tal vez así la panadera me deje comer
manteca derretida con el pan recién salido del horno de su cocina. Siempre
quise entrar a su cocina, el inmaculado santuario de los glotones, el útero de las maravillas hechas de masa. ¿Qué más puedo decir? Me gusta tanto el pan como las burbujas. Y aquel, aún
más.
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Siempre me ha sido una incógnita la internet. Nunca he logrado comprender por qué se la refiere como "navegar por internet", ¿cuál sería la analogía?
ResponderEliminarEn la internet no hay orillas, ni costas, ni mareas, ni oleajes. No hay navegares.
Pero El Coca, compañero de andanzas, me has abierto una puerta al entendimiento. Y es que nunca he percibido nada más similar entre lo que has escrito y el navegar de noche un día nublado y de luna nueva. No hay luz, no hay guía, no hay rumbo, pero sin embargo, hay una fuerza inteligente que lo hace posible.
Anda, El Coca, mi amigo, sigue rumbeando como vienes haciendo.