Nunca supimos cómo, pero un día sus voces invadieron el blog. Intentamos sacarlas con todo: Delete, atrás, prt scn y el borrador de paint, echamos lavandina en la pantalla, Ctrl-Alt-Del, control X, y hasta llegamos a borrar el blog para descubrir al día siguiente que los ocupas habían logrado abrirlo de nuevo.

Con el tiempo, y tras sacrificios al dios del internet entre varias infrutiles estrategias más, nos dimos cuenta que no se irían. Decidimos entonces darles este espacio para que expresen sus rarezas… ¿Quién sabe? Tal vez así se cansen y se vayan.

agosto 04, 2013

¿Dónde queda el éxito?

Yuyito

Vos lo preguntás para forrearme, ¿no? Te voy a decir dónde no queda el éxito. Acá abajo no queda.
Tengo miles de años ya; creeme, yo las ví todas. Nunca una a favor. Cada vez que crecí vino alguien
y me cortó la cabeza y a trepar desde abajo de nuevo. Yo desde acá ví chicos nacer, convertirse en
adultos millonarios, y terminar en un cajón. También los ví nacer, y morir en la miseria. Todos el
mismo principio, todos el mismo fin. Contame del éxito, a ver si te lo creo. Y siempre algo en
común: siempre se cagaron en mí; todos me pisotearon. ¿Qué? ¿Te hace gracia? Dale, ¡riámonos
de Yuyito! Después de todo, ¡él es un pasto!

Zbigniew Knivocapich

Ja! El éxito está en todos lados, papu! Hasta lo podes encontrar en google.
Fijate sino en mis viejos. Mapuches que fueron despojados por los españoles de sus tierras y su
cultura, siglos después tienen la posibilidad de revancha. ¿Que qué revancha? Pero si esta re claro!
No te dije como me llamo?
Para mis viejos el éxito fue decirle a los españoles: “Metanse sus nombres fáciles de pronunciar en
donde se les antoje, pero nosotros a nuestro hijo le ponemos nombre polaco y apellido croata”.
Como te dije, el éxito es fácil de encontrar, todos pueden hacerlo. Sé un poco resentido y vas a
cagarte de felicidad.

Patrick J.

El éxito lo busca uno, el éxito no tiene una dirección exacta. Uno puede vivir en un piso doscientos
quince en la Avenida Lionel A. Messi, la más lujosa que hay en Buenos Aires, y no ser
exitoso. Uno puede tomarse el transfibrador y recorrer el mundo, pero tal vez no halle el éxito.
Para llegar al éxito hay que seguir el camino que la felicidad nos vaya guiando. Ésta búsqueda del
éxito ligada con la felicidad surge desde la esencia del hombre; y es recurrente en la música clásica
un sentimiento de vacío cuando ésta falta, citando como ejemplo a Agapornis: “El tiempo que pasó
y no supe ver / las horas que ya no quieren volver / ¿dónde están, dónde están, corazón?”.

Casandra (Cassy)

El éxito es la eunonia más digna del ser humano capaz de razonar. Es la excelsa aberración de lo
mundano. Es liberar del aherrojo al sublimado intelecto humano, débil y falto de disciplina. El
hombre exitoso ajumó de reconocimiento su alma carente de el. Aquel victorioso se congració con
el insólito triunfo de vencer la naturaleza humana. Él fue digno de atribuirse y regocijarse en el
haber vencido el destino común humano de perecer en el anonimato de la turbulenta oscuridad.
Tenebrosa es la realidad de la ignorancia humana. Nuestros descendientes descartan el consuelo
de los libros y la euforia de las letras. John Doe aspira a la carnalidad, y opta por vestiglos y
babiecas como las Barbies modernas. Insólitos son aquellos ojos que no se han enfangado con una
apreciante deseosa mirada de la simpleza irritante del plástico cuasi traslúcido de su incandescente
piel. Afortunados y pocos son quienes se han atemorizado de su futuro vertiginosamente inmóvil. 
Las figuras del siglo veinte son indignas del aprecio intelectual y son irrespetuosas de la tendencia
grandilocuente necesaria para el aprendizaje. Exitoso es el hombre que asegure como lo hizo con
asaz fuerza Sócrates, a que sin embargo no sabe nada. Aunque he de admitir que tal idea congoja
mi cariacontecida alma y me infunde un jauto sentimiento de desesperanza.

Amadeo

“Nace una flor, todos los días sale el sol” cantaba Charly. No existe mayor éxito que ese. Con la
naturaleza es imposible competir.
La semana pasada murió mi mujer. Compartimos la vida por más de 30 años y supuestamente yo
debía estar triste ese día. Imposible. ¿Cómo estarlo si hacía una lluvia deliciosa? Ingrid odiaba la 
lluvia y debía estar feliz de perdérsela.
¿Qué decirte sobre esa lluvia? Hacía una semana que llovía y yo podía apreciar cómo iba 
perfeccionándose en su técnica. Cada día era distinta: modificaba sus ángulos de caída, 
la velocidad, el grosor de las gotas.
¡Ahí está el éxito! Lo triste es que la gente no lo suele ver: cuando llueve, todos se enojan y no se
mojan, ¿qué gracia tiene?

2 comentarios:

  1. Vine por el barquito, y me quedé por que venía muy tranquilo el día en el laburo! je... Muy interesante encontrar estos personajes tan dispares y peculiares, aristosos diría, rozando contradicciones internas como las de un oxímoron. Espero seguir conociéndolos en las próximas entradas...

    ResponderEliminar
  2. Interesante. Me quedo con el gran Amadeo.

    ResponderEliminar